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domingo, 1 de noviembre de 2009

FMI O GOBIERNO DE LOS TRABAJADORES

Revista del FEL N° 1 - Septiembre

Editorial


Este 16 de septiembre…
FMI o gobierno de los trabajadores

La represión desatada contra los estudiantes secundarios el 16 de septiembre de 1976 formó parte de una ofensiva del imperialismo y la burguesía nacional para cerrar la situación revolucionaria abierta por el Cordobazo, cuando la unidad obrero-estudiantil ganó las calles y derrocó a la dictadura de Onganía. Los compañeros que luchaban por el boleto estudiantil formaban parte de una tendencia que recorría toda América Latina, reforzada por el triunfo de la Revolución Cubana. No sólo eso, a finales de los sesenta, miles y miles de luchadores despertaban al calor de la Revolución Vietnamita, la primavera de Praga contra la burocracia soviética, el Mayo Francés, la Revolución Argelina y las luchas de liberación nacional en África, entre otras. Es decir, que estamos hablando de una generación marcada a sangre y fuego en la lucha por el poder político.


En Argentina, ese movimiento tuvo su correlato en la creciente organización independiente de los trabajadores, tanto contra las dictaduras como contra los gobiernos democráticos, llegando a su máxima expresión durante la huelga general de Junio y Julio del ’75 – la primera huelga general contra un gobierno peronista. Fue esto lo que intentaron aplastar las dictaduras en nuestro continente: la posibilidad de que los trabajadores superen al nacionalismo burgués, derroten al imperialismo y den un golpe de muerte al régimen capitalista en su conjunto.

La ofensiva de la derecha, el derrumbe del nacionalismo y el acuerdo con el FMI

Hoy, 33 años después, Latinoamérica vuelve a ser escenario de un combate que interesa a todos los pueblos del mundo. Nos estamos enfrentando a una nueva ofensiva de la derecha continental anti-chavista que tiene su manifestación más clara en el golpe de Estado en Honduras y en la instalación de las nuevas bases militares norteamericanas en Colombia que, según el jefe del Comando Sur de Estados Unidos, son para “combatir el tráfico de drogas y la subversión” (La Nación, 5/8). Frente a esto, las frases grandilocuentes de Chávez, Evo Morales, Correa y la propia Cristina han demostrado ser nada más que eso, frases. Los nacionalistas, entre ellos el derrocado Zelaya, se muestran impotentes frente al golpe de Estado. Al igual que Perón en 1955, prefieren el golpe gorila antes que plantearse el armamento de las masas.

En nuestro país, el avance de la derecha quedó claro en las elecciones del 28 de junio, donde el kirchnerismo retrocedió a pasos agigantados y donde quienes capitalizaron ese retroceso son los partidos de la oposición de derecha, defensores a rajatabla del capital sojero. En ese marco político es que se desarrolla la creación de la policía porteña, que no es otra cosa que una patota anti-piquetera, tal como lo admitió Clarín el 29/7: “Piquetes en las calles: el gobierno porteño usará la nueva policía para impedirlos”. Es decir que vienen a reprimir nuestros cortes de calle y nuestras movilizaciones. El kirchnerismo, a medida que se derrumba cada vez más, cede el paso a la derecha, siendo cómplice de la creación de la policía de Macri, negociando con los bonistas internacionales el pago de la deuda y preparando el terreno (especialmente a través de su Ministro de Economía, Amado Bodou) para acordar con el FMI. Toda la situación nacional marcha, con la burguesía argentina y sus respectivos representantes políticos (el gobierno y la oposición patronal), a un acuerdo con el FMI; es decir, a un gobierno del fondo monetario que ataque con crudeza a los explotados.

En este sentido, el conjunto de la oposición presiona por la normalización del INDEC, que hoy está ocupado por una patota kirchnerista que manipula sus índices. Esto, lejos de ser una medida progresiva, lo que logra es mantener los salarios por debajo de la inflación real. Por lo cual, desde el FEL planteamos que se vaya la patota y la intervención del INDEC, que se restituya a los trabajadores despedidos de sus cargos, y que no se pague la deuda - pago que pretenden los bonistas, la oposición derechista y el propio gobierno.

Todo esto está determinado por la profundización de la crisis mundial y la intención de los capitalistas y sus partidos de descargarla sobre los trabajadores y los explotados. Por más que las bolsas puedan subir gracias a la especulación de los bonistas con las materias primas y los subsidios estatales, la realidad es que los despidos y las suspensiones aumentan día a día así como también el cierre de fábricas. La inflación está, por lejos, por encima de los aumentos salariales miserables que negocia la burocracia sindical. El ajuste en educación, que se ve claramente en el brutal recorte de las becas en la Capital Federal y en salud, también forma parte de esta ofensiva. El reforzamiento del imperialismo en América Latina y de la represión tiene como objetivo garantizar que los pueblos de nuestro continente no se puedan alzar contra estos ataques. En nuestro país, luego del desvío kirchnerista, quieren cerrar de una vez por todas el proceso abierto por el Argentinazo, cuando la intervención revolucionaria de la clase obrera y los explotados marcó el inicio de la Revolución Argentina y puso en jaque al régimen político en su conjunto.

Los estudiantes y los trabajadores tenemos que replicar

Sin embargo, no sólo avanza la derecha sino que, de conjunto, a partir de 2001 en adelante dos tendencias recorren al mundo: la ofensiva belicosa del imperialismo (la invasión de Bush en Irak y, ahora, la invasión de Obama en Afganistán son ejemplo de esto) y la respuesta revolucionaria de los pueblos contra la crisis capitalista y la guerra. Hoy, en esta crisis terminal del capitalismo, los choques entre estas dos tendencias se agudizan rápidamente en América Latina. La ofensiva de la derecha se profundiza, sí, pero el movimiento de masas no ha sido derrotado. Entre las masas de América Latina persiste el recuerdo de las jornadas revolucionarias de ayer y hay grandes reservas de fuerzas para luchar.

Por eso el Argentinazo sigue vivo en el conjunto de las luchas obreras que se están librando hoy. Como la de los compañeros del subte, que se movilizaron masivamente reclamando por su salario y en defensa de su organización obrera independiente de la burocracia. La de los trabajadores rurales de Río Negro y Neuquén exigiendo que se respete el pago adicional de 20% por zona desfavorable. La de los obreros de Mahle contra el cierre y el vaciamiento patronal. La de los trabajadores de ICT, de Fargo, de Sealed Air y Terrabusi-Kraft contra los despidos. La de la clase obrera piquetera de Santa Cruz con los petroleros y los desocupados a la cabeza. ¡Sigue vivo en la expropiación de Zanón bajo gestión obrera que, más allá de sus límites, es un triunfo de los compañeros de Zanón y todo el pueblo de Neuquén! La totalidad de estas luchas ponen de relieve la tendencia embrionaria de la clase obrera a la rebelión popular.

Y si el Argentinazo sigue vivo es porque también viven las insurrecciones de los pueblos boliviano y ecuatoriano, el pingüinazo de los estudiantes chilenos, las movilizaciones de los venezolanos contra el lock-out patronal, la lucha de los campesinos de Brasil, la resistencia del pueblo de Haití, la pelea contra el fraude en México y la rebelión de Oaxaca, entre otros. Viven porque hoy el golpe de Estado en Honduras está enfrentando a un gran adversario que se ha levantado como un gigante: la clase obrera y el pueblo explotado.

Por eso frente a la ofensiva de la derecha, los trabajadores y los estudiantes tenemos que replicar. Lejos de irnos al mazo a la espera de un mejor momento o limitarnos a la lucha reivindicativa, ahora tenemos que explotar la situación a fondo. Ahora es cuando tenemos que ir por más. En América Latina está planteado el problema del poder. El golpe de Estado en Honduras así lo demuestra. De nosotros, y de nadie más, depende superar al nacionalismo en descomposición e imponer un gobierno de trabajadores contra las burguesías nativas y el imperialismo. Para derrotar definitivamente las conspiraciones del imperialismo y para llevar a la victoria la tendencia revolucionaria en América Latina, hay que terminar con los gobiernos capitalistas y combatir por un segundo argentinazo, porque gobiernen los trabajadores. La salida a la crisis capitalista, entonces, no puede ser otra que una salida de poder: una salida que incluye guerras y revoluciones.

El movimiento secundario y la lucha por el poder

El movimiento estudiantil secundario, que jugó un rol protagónico en la gran lucha de los ‘70, hoy también tiene que ocupar su lugar en esta pelea. Y esto con más razón porque nuestra historia reciente vuelve a demostrar que los secundarios ya aprendimos a “meternos en política” y dar una lucha abierta por el poder. Por algo logramos echar a Ibarra luego de la masacre de Cromañón y, durante 2008, ganamos las calles con la consigna “¡Fuera Macri!”. Por algo libramos la inmensa batalla por la democratización en el Pelle y el Buenos Aires colocando como un objetivo inmediato que nuestros colegios sean gobernados por sus estudiantes y sus trabajadores. Por eso, más allá de lo que digan algunas agrupaciones que subestiman a los estudiantes para ocultar sus propias miserias, los secundarios ya hemos demostrado muchas veces comprender la unión entre la lucha reivindicativa y la lucha por el poder.

La propia experiencia del movimiento demuestra que la lucha en defensa de nuestros colegios, contra los recortes y el abandono edilicio, por las becas y viandas, por el boleto, que con fuerza llevamos adelante los últimos años, solamente puede triunfar como parte de un combate más general por derrotar a los capitalistas, a su Estado y a sus gobiernos. Este 16 de septiembre, jornada histórica de movilización de los secundarios, tiene que ponerse al servicio de este objetivo.

Cada lucha que desarrollemos, cada Centro de Estudiantes que logremos poner en pie, cada iniciativa de la Coordinadora Unificada de Estudiantes Secundarios; forman parte de esta batalla más general por abrir paso a una reorganización del conjunto de la sociedad bajo la dirección de la clase obrera, es decir, que gobiernen los trabajadores.

Esto es más necesario aún cuando se comprende que el 16 de Septiembre no es una fecha que los militares hayan elegido por casualidad sino que recuerda el golpe gorila de Aramburu del 16 de Septiembre de 1955. ¿Por qué triunfó el golpe entonces? Porque se confió en el nacionalismo burgués y no se armó a las masas. ¿Por qué triunfó el golpe en 1976? Porque se confió en el nacionalismo burgués y no se armó a las masas. ¿Por qué sigue en pie el golpe de Estado en Honduras? Porque se sigue confiando en el nacionalismo burgués y se sigue desconfiando del armamento a las masas. Esto tiene toda una lógica porque quien no crea que el pueblo pueda gobernar mucho menos va a querer alzarlo en armas. Una conclusión, entonces, se impone: los revolucionarios que luchamos por derrocar el golpe de Estado en Honduras tenemos que hacer nuestro aporte luchando por un alternativa obrera y socialista en nuestro propio país, es decir, que los trabajadores superen la descomposición del nacionalismo burgués y derroten la avanzada de la derecha pro-imperialista.

Este planteo, que en general es correcto pero que en determinados momentos puede sonar tirado de los pelos, tiene plena vigencia porque este 16 de septiembre se da en el marco del golpe en Honduras y el avance de la derecha anti-chavista en nuestro país, que por más que se presente como “republicana” termina apoyando el golpe como hizo De Narváez.

Quien no entienda que la crisis política continental está marcada por la ofensiva de la derecha y la descomposición del nacionalismo no ha entendido absolutamente nada. Quien no entienda que ha llegado la hora de colocar el problema del poder para los trabajadores en primer lugar puede tener las mejores intenciones pero, frente a la magnitud de la crisis capitalista, ya no tiene nada para ofrecer. La lucha contra los K y la derecha sojera, por lo tanto, tiene que ir acompañada de la lucha por un gobierno de los trabajadores. No basta con oponerse a ellos, como si en toda América Latina no hubiese una furiosa lucha por el poder, sino que hay que superar el abstencionismo: tenemos que proponer a la clase obrera como una auténtica alternativa de poder. La suerte de todos los movimientos de lucha depende de ello.

Por todo esto, el FEL llama a movilizarse este 16 de septiembre con las siguientes consignas: ¡Abajo el golpe de estado en Honduras! ¡Fuera las bases yanquis de Colombia! ¡Fuera el imperialismo de América Latina y Medio Oriente! ¡Fuera Macri! Disolución de la UCEP, la Policía Metropolitana y todos los aparatos represivos. ¡Abajo cualquier acuerdo con el FMI! ¡Que la crisis la paguen los capitalistas! ¡Por un gobierno de los trabajadores!

Federico Schujman
Presidente del Centro de Estudiantes del Carlos Pellegrini

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